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La verdadera historia de Reutemann contada por Americo Grossi

La verdadera historia de Reutemann contada por Americo Grossi

“Junto a Carlos (mi hermano) habíamos decidido hacer un motor de Fiat 1500. Heriberto Bohnen nos había corrido el auto en el Gran Premio de Turismo del año ‘64. Terminó tercero detrás del 1500 de Rodríguez  Canedo, ganador, y del Alfa Romeo Giulia de Paco Mayorga  (“Fueguinos).Al año siguiente, en el ’65, Bohnen, que era todo un caballero, una excelente persona, nos dijo que se iba a radicar en México. Nos habíamos quedado sin piloto. Tanto Carlos como yo , estábamos cansados de que se hablara siempre de las virtudes conductivas de fulano o mengano. Decidimos entonces darle el auto a un desconocido, a un muchacho de la zona, para que hiciera sus primeras armas y además demostrar que no sólo los pilotos son los responsables en los triunfos, sino también los autos”.

  -¿Ahí nació Reutemann…?

-No, el asunto fue muy largo y complicado. Mi hermano tenía los ojos puestos en un muchacho que corría en Midget, Luis Keller. Por otro lado un amigo de la agencia había dicho que un tal Reutemann (yo lo conocía de vista) estaba ganando las picadas que se corrían en la costanera. Crocce, viejo empleado nuestro, fue el que más lo trató al principio. Reutemann empezó a venir a la agencia y Crocce le aconsejó que pidiera a algún amigo un Fiat 1500 y se entrenara en el circuito del Parque Sur. Por supuesto que yo de esto me enteré años después…..mejor dicho recién ahora  que acaban de decírmelo en su presencia. Bueno, el asunto fue que Lole estaba aquí todos los días esperando la oportunidad para iniciarse en esto. Una semana después – él no se atrevía a decirme nada- fui hasta la oficina de Crocce, lo saludé, le di las llaves de mi auto y le dije que me llevara. Rumbeamos para el Parque Sur y lo incité a que diera un par de vueltas rápido. Realmente me impresionó al tomar las primeras curvas. Los radios que utilizaba eran correctos. Frenaba encima, bajaba bien los cambios y tenía reflejos. Era fino sensible, llevaba el volante con la punta de los dedos. O sea que mi primera impresión fue inmejorable, claro que yo no sabía que el trazado lo conocía de memoria….

¿Desde ese día pasó a ser piloto Grossi?

-No , todavía faltaba para eso. La idea nuestra era debutar en el circuito de La Cumbre en 1965. Con mi hermano nos habíamos puesto de acuerdo acerca de quién conduciría el auto en definitiva. Entonces los llevamos a los dos a Córdoba para probarlos sobre el terreno. Les aclaramos que si entre ellos había arreglo no harpia falta tomarles esa especie de examen. Reutemann, según me contó más tarde, no durmió esa noche por miedo a no despertarse, ya que salíamos de Rafaela a las seis de la mañana. Se quedó en la confitería Baviera, aquí en Santa Fé , tomó té como hasta las dos de la madrugada y apareció a la hora indicada. Les dimos las llaves del auto de carrera para que lo llevaran andando y nosotros fuimos en otro. Al llegar a Yocsina los paró la Caminera. El auto tenía escape libre y faltaban los papeles, el policía se puso duro y mientrasKeller bajó para solucionar el problema, lole puso primera y salió como loco. De más está decir el asombro que invadió a Keller. La desesperación de Reutemann era tal que , ante posibilidad de que el auto quedara allí se fue . Algo que no concuerda con su mentalidad, ni con su conducta, pero él sabía desde aquel momento  -y no lo estoy disculpando- que ésa era la oportunidad de su vida. Carlos había quedado bastante enojado ante la actitud de Lole pero igualmente accedió a que lo probásemos sobre el circuito. Ellos no sabían dónde nos íbamos a ubicar. Elegimos una ese en bajada que hay después de Los Cocos y nos escondimos entre los matorrales. Lo más importante era escucharlos, oír si levantaban o no. Primero pasó Keller, y si bien entró fuerte, desaceleró al acomodar el auto para pisar nuevamente. Para colmo en ese lugar se juntaba ripio sobre el pavimento y se hacía difícil llevar el coche. Al rato apareció Reutemann, venía bajando a fondo y así como venía dobló la ese , corrigiendo la trayectoria y se fue rumbo a San Esteban. “Anda este muchacho”, me dijo mi hermano Carlos, y yo a partir de ese momento me quedé más tranquilo. Sabía que tenía pasta como para ser un excelente piloto . Más tarde Reutemann me confesaría dos cosas: una que está casi seguro del lugar que yo había elegido y por eso en ese lugar entró a fondo, sin levantar ni un  milímetro. Otra, que nunca más en su vida volvería a doblar como ese día”.

“Pero el asuntono estaba del todo definido. Al día siguiente largó y apenas hizo mil metros. Se rompió un cañito de lubricación  y ese desperfecto lo hizo abandonar sin dar una vuelta siquiera”.

Crocce, que comparte los varios pocillos de café que descansaban sobre el escritorio de Américo Grossi, interviene en la historia. “Yo también la tuve que vivir de cerca. A partir de aquella carrera en La Cumbre, Lole empezó a venir todos los días. Tenía miedo de que don Américo y don Carlos pensaran que el motor se había roto por un error suyo. Quería saber si la próxima carrera la haría él o Keller. Que opinaban los Grossi de su manejo. En fin , un montón de cosas que se agolpaban en la cabeza y que lo tuvieron muy preocupado hasta la carrera siguiente. Lo tuve quince días en el escritorio haciendo haciendo preguntas, buscando la forma de sacarme si yo sabía algo más de lo que contaba.

Una semana antes de la prueba del Pan de Azúcar (tres vueltas a un circuito de 103 kilómetros de montaña) Reutemann se fue a Villa Carlos Paz en el Citroën 2CV del padre. Por consejo de don Américo iba a recorrer la ruta de la carrera. Cuando los hermanos Grossi llegaron a Córdoba, Lole había marcado las piedras en las curvas engañosas y disponía de una hoja de lo más importante del trazado.

-Apenas bajamos las valijas en el hotel, Lole me dijo si no queríamos hacer el circuito con él. Era la noche y fuimos juntos con Carlos. Era la primera vez que cruzaba el Pan de Azúcar con un Fiat 1500, sin embargo nos cantó todas las curvas y el cambio que había que poner con una seguridad total. Terminamos –continúa Américo Grossi-  el recorrido y Carlos me dijo que no cabía duda , que estábamos en presencia de un piloto diplomado en la Universidad. Desde ese momento, Lole tuvo un puesto asegurado en nuestro equipo.

-Su primer triunfo fue, precisamente, ese año (1965) en ese circuito…

-Claro, el Domingo (dos días después) ganó su primera carrera con la berlina 1500. Yo le había aconsejado que cuidara el auto. No tirara los cambios más allá de las 6000 vueltas y que la integridad del coche era lo más importante. Era su primera carrera y podía salirse de los carriles aunque conociéndolo, sabía que eso difícilmente podía suceder. Cuando pasaron por primera vez, Osvaldo Juchet con un Peugeot 403 le ganaba por 21 segundos. En el Fiat le habíamos colocado un equipo de radio y cuando nos enteramos de la diferencia tomé el aparato y me comunique con él. Con mucho tacto le dije: Estás segundo y vas muy bien. Quiero saber si podrías descontar los 21 segundos que te llevan, pero sin exigirte mucho….Despues de un breve intervalo la voz de Lole me respondía: “Haré todo lo posible; creo que si porque vine bastante cómodo”.

Al terminar la carrera había descontado la diferencia y ganado otro tanto. No me cabía ninguna duda : era un piloto integral.

-¿Cómo nació esa reciprocidad corriente de simpatía y respeto entre Ud. y Reutemann?

Bueno, quizá  por eso mismo que Ud. dijo, porque siempre nos respetamos. Yo a Reutemann como piloto, él a mi porque fui un poco su guía. Sabía perfectamente que no iba a ser un trabajo infructuoso. Había que formarlo pero la base estaba dada. Mi principal preocupación fue hacer de él un hombre, integralmente hablando. Reutemann ayudaba a su padre en el campo a unos 40 kilómetros de Santa Fé. No tenía posibilidades económicas de ningún tipo y sabía que esa era su ocasión de pasar a ser un profesional. El piloto estaba hecho, el hombre había que formarlo. Me preocupe por saber adónde quería llegar, qué pensaba, cuál era su meta y qué idea tenía para conseguirla. Lole había tomado conciencia de lo que se gastaba en las carreras y en un momento temió porque el equipo se desintegrara. Un día habló con mi hermano y le dijo que él no iba a poder aportar plata porque no la tenía e indirectamente le habló de su miedo a que todo eso acabara. Carlos lo miró serio y le preguntó: ¿Alguna vez tuviste que pagar un café con leche en una carrera….? Lole movió la cabeza negando. Carlos Continuó: ¡Y cuidado con que alguna vez te vea hacerlo….! Vos sos un piloto profesional y todo corre por cuenta nuestra. El día que esto no vaya más serás el primero en enterarte, pero por ahora ni se nos ha pasado por la cabeza. A partir de ese día Lole se sintió más seguro y encaró todo más seriamente aún.

 

-A Reutemann se le dieron un par de factores. Si Heriberto Bohnen - por ejemplo – no se hubiese ido a radicar a México, es muy probable que Reutemann nunca hubiese tenido la oportunidad en nuestro equipo. Y quizá nunca hubiese corridoen auto. En ese aspecto, tuvo suerte…no así en otros.

 

-Mi preocupación seguía siendo el futuro. No era un piloto como para desperdiciarlo en Turismo Carretera; estaba para cosas más importantes, para manejar como a él le gustaba, con fineza, con sensibilidad. Era un muchacho estudioso, perseverante…ésas eran sus principales virtudes . Callado, introvertido, hablaba nada más que lo necesario. Sabía no hablar cuando no tenía nada importante que decir. Un día, en este mismo escritorio, le pregunté a Lole que quría hacer de su futuro. O elegía salir en la tapa de El Gráfico, ganar más plata que siguiendo una trayectoria lógica y vanagloriarse con fama y popularidad o ser un profesional serio, responsable, respetado y con futuro importante. Le expliqué las contras de la popularidad, la forma en que se malgastan y deterioran los hombres corriendo en TC. Había que canalizarlo y él supo elegir cuando llegó el momento. Ya hacía tiempo que pensaba en Europa como algo inalcanzable, sin embargo yo sabía que no era así. Existía la posibilidad si hacia las cosas bien, con un plan prefijado y sin marearse. Su mente estaba en la Fórmula Uno, leía cuanta revista pasaba por sus manos. Autos carreras, equipos, constructores, personajes, todo lo tenía en su cabeza, así como el libro de Piero Taruffi, que lo sabía de memoria. …

-O sea que siempre, desde sus inicios, fue un estudioso, un enamorado de la teoría, y supo llevarla a la práctica.

-Así es. Cuando transcurría el año de su primer campeonato de Turismo, Lole quiso comprar el primer auto particular. No disponía de mucho, pero para esa época ya recibía el 70% de los premios en tanto el otro 30% se lo dábamos a Roberto Navas, su acompañante de siempre. Nosotros no tocábamos un peso, sólo canalizábamos esa promoción por el lado de las ventas en la agencia. La cosa es que no tenía mucho efectivo para comprar un auto. Carlos me dijo que le vendía uno (había una berlina 1500, que estaba bastante deteriorada y que se podía reacondicionar), pero con la condición de que él la reparara y la pusiera a nuevo. De esa forma Lole armó su propio auto – le demandó más de dos meses- y bajo los ojos vigilantes de mi hermano tuvo que masticar muchas tardes de bronca en Rafaela cuando le obligaba armar una pieza tres o cuatro veces hasta que lo hacía correctamente. Así conoció lo suficiente de mecánica como para poder sensibilizarse aún más. Vivía en Rafaela casi toda la semana y mi cuñada Lela –madre de Luisito y mujer de Carlos Grossi- tenía ya un cuarto destinado a él ya que Luis vivía conmigo en Santa Fe porque iba al colegio.

-¿Carlos ya lo había aceptado tras aquel problema en la caminera de Yocsina?

-Sí, eso era historia. Carlos era su principal apoyo, se preocupaba por mejorarlo día a día. Le cuento una….hasta llegó a poner ungrabador encima del auto de carrera para registrar el ruido del motor y la velocidad con que Lole ponía los cambios.

-Recuerdo que una noche, lole vio en el bar del hotel a un famoso corredor tomando whisky en la barra. Al día siguiente, cuando terminó la carrera, Reutemann había ganado y me dijo: Sabe , don Américo, hoy me di cuenta de que en esta actividad uno no pude abandonar ciertas disciplinas. Ayer lo vi tomando whisky ¿se acuerda?, hoy lo alcancé, lo seguí un  par de vueltas y al rato lo pasé. Lo miré y lo vi cansado, transpirado. No lo había superado porque yo era más veloz sino que tenía un mejor estado físico y yo no me había palmado. No se puede pedir al cuerpo más de lo que nos puede dar…

-Lole nunca tomó una gota de alcohol. Lo único que bebía era té, y en ése como en otros sentidos siempre fue inflexible.

-Fangio había ido a Santa Fe para dar unas charlas. Américo Grossi tenía muchas ganas de que Juan Manuel lo viera manejar a Reutemann. No había una ocasión propicia; entonces en un viaje de Santa Fe a Rafaela, Américo le sugirió a Fangio que fuera con Reutemann en el auto. Así fue como Lole al volante de un Fiat 1500 lo llevó sentado al ídolo de su niñez.

Cuando llegaron a Rafaela, Grossi lo miró a Fangio como preguntándole que le había parecido Reutemann, aunque en el tramo transitado no había mucho para analizar.

-Américo,  -dijo Fangio- este muchacho va a llegar muy lejos. Fue el único piloto que me llevo y manejó sin quererme demostrar que conducía mejor que yo…

-Los coches de Lole siempre terminaban las carreras como para lavarlos y ponerlos en el salón. Sin un toque, sin un raspón. Eso hablaba muy bien de él como piloto. Un día Reutemann fue con Cacho franco a probar un auto de la comisión Fiat. Eran muy amigos y tanto yo como Lole lo queríamos mucho a Cachito, además yo era muy amigo del padre. Cuando volvió me dijo con su tradicional tranquilidad: Cacho Franco anda muy fuerte pero pienso que así como anda se puede dar una piña en cualquier momento. No fue una premonición, pero lamentablemente tuvo razón.

-Cuando el Lole había ganado dos campeonatos de Turismo, consideramos que era momento de hacerlo incursionar en autos de fórmula. De esa manera podía empezar a sentir las reacciones de un coche con motor trasero. Manejar con las ruedas al aire, ir familiarizándose con esas máquinas. Ahí nació el De Tomaso con motor Fiat 1500 que hicimos para Lole. La ductilidad que tenía hizo que inmediatamente le encontrara la vuelta al auto y comenzara a marcar registros muy importantes en comparación con los monstruosos F1. De allí pasó al equipo Ford manejando el Falcon angostado en TC que le sirvió como experiencia para conducir autos de mucha potencia. Luego el Huayra para pasar al equipo del Automovil Club Argentino en F2 nacional. Lole tenía motores distintos a sus compañeros. Yo me encargaba de la Comisión de Concesionarios Fiat (era su presidente) y Staffa estaba a cargo del equipo del A.C.A.  Sabía cómo manejaba Reutemann y la leva que tenía su motor era muy rabiosa, una leva brusca que daba muy poca elasticidad. Los demás muchachos no podían manejar ese auto, pero Lole sabía que ese motor nunca podía estar por debajo de las 6000 vueltas. Entonces él trabajaba en los circuitos constantemente entre 6000 y 7500 rpm. Eso es acomodarse al auto y saber explotar los 130 HP que por aquella época tenían los F2. De ahí que muchas veces los pilotos se quejaban aduciendo que el auto de Lole andaba más; y no andaba más sino que él podía manejar ese auto dentro de una gama de rpm…

Américo Grossi  vino a Buenos Aires con Reutemann y lo llevó a Automóviles Alvear unos días antes de una carrera en el Autódromo. Rodríguez Canedo, Nando Arana, Albertini y “Don Segundo Sombra” eran los integrantes del equipo que dirigía Alfredo Di Biase. Reutemann fue presentado y con aspecto de gringo recién arribado – al decir de Américo Grossi – fue presa fácil para Canedo y Albertini, que perdonaban a muy pocos. Fueron al Autódromo y siguió el asunto con broma tras broma y el destinatario, invariablemente era Lole que tampoco se preocupaba mayormente.

“Lole salió a probar su auto –cuenta Grossi, y viajó detrás de todos, estudiándolos uno a uno. Una vez terminado su trabajo , salió solo y bajó los tiempos de los demás”.

-Alfredo Di Biase lo llamó por teléfono a Grossi al día siguiente.

-Ja, te lo trajiste escondido. ¡Lindo gringo nos dejaste en el Autódromo! Ayer hizo el mejor  tiempo…

-Al principio, por su manera de ser, Lole fue bastante resistido en el ambiente. Luego , los que quisieron conocerlo y valorarlo lo apreciaron tal como era. Lo que sucede es que este ambiente no está compuesto por gente fácil…

-¿Hubo o hay alguna posibilidad  -desde su punto de vista- de que aparezca otro Reutemann?

-Creo que no. Y le explico el porqué. Puede que haya un par de pilotos que estén dotados para manejar muy bien automóviles y que con un poco de entrenamiento y constancia pueden llegar a realizar empresas mayores. Lo que no creo es que haya pilotos mentalmente aptos para realizarlas.

Hay que proponerse las cosas muy seriamente, dedicarse con exclusividad a esto y pensar que Europa es sacrificio, no diversión, ni gloria fácil. Yo le puedo mostrar cartas que Reutemann me escribió desde Europa y se dará cuenta de que no todo es como la gente cree.  Hay  que hacer muchos sacrificios , vivir con la plata justa y venir sin un peso. Eso no lo piensa nadie… para llegar hay que luchar. Puede ser que me equivoque pero no veo a ningún piloto con esas condiciones de carácter. Uno que pudo haber sido y se malogró  fue  Eitel Mazzoni. Tenía lo necesario. Era estudioso perseverante, disciplinado y tenía un físico apropiado. Habíamos hablado con Reutemann de ese tema y él estaba de acuerdo conmigo. Lástima ese accidente tonto que le costó la vida… podría haber sido otro reutemann. Sólo había que guiarlo, llevarlo a transitar los mismos caminos que Lole caminó, con la diferencia de que ahora el período de adaptación –por el progreso en los autos- hubiese sido, quizá, menor…

Reutemann era consciente de sus virtudes y sus defectos. Así como sabía que le podía ganar a cualquiera en un autódromo, sabía también que en un lugar desconocido para todos Rodriguez Canedo y Cacho Franco le llevaban ventaja. Sobre Canedo opinó cuando lo vio correr en el autódromo de Buenos Aires hace ya muchos años. Recuerdo que me dijo: “Canedo maneja muy bien pero traba mucho el auto en las curvas y estos coches no tienen potencia como para conducir de esa manera. Y tenía razón.

Probablemente nadie conocía a Reutemann mejor que don Américo Grossi. Nadie vivió tan cerca suyo, escuchando sus problemas e inquietudes. Con esta nota , quisimos que todos profundizaran un poco más en la personalidad de Carlos Alberto Reutemann por medio del que fuera principal apoyo desde sus comienzos. Tómelo o déjelo, ése es otro tema.

Carlos Reutemann fue y es así. Europa le tiene respeto como profesional de primera línea. Mientras tanto, en la Argentina, lo seguiremos discutiendo y comparando.

                                                                                       Carlos F. Figueras

publicada en Revista Corsa en 1974



La verdadera historia de Reutemann contada por Americo Grossi